martes, 16 de septiembre de 2008

La muerte me persigue

Un libro, cinco llamadas, dos visitas y un sueño. Todo me parecía raro, pero normal... en lo que cabe.

Hace algunas semanas, pasó algo que me puso a pensar. Pero no era un "algo" cualquiera. Más bien, era una Aurora. Sí, de esas que la gente dice que anuncian la muerte. Con generalidad, no creo en esas cosas que "la gente dice". Pero, tantas situaciones simultáneas, me ponen a pensar. O a imaginarme cosas, a pesar de mi poca creatividad.

Estaba sentada frente a la computadora, tal como me encuentro ahora, a las 11:25 de la noche. Hace más o menos tres semanas. En la calle no había más ruido que el de los vecinos peleando por quién sabe qué, esta vez sin gritos, y el canto de esa ave que, según la gente, avisa que la muerte anda rondando por allí.

"Si se escucha cerca, es porque está lejos de donde uno la oye. Pero si la escuchás lejos, es porque seguro está cerca de donde vos estás", me dijo Fede, dándome más datos de los que le pedí, cuando le pregunté si Aurora era el nombre de "esa" ave.

Estaba cerca. Su canto era más lejano que otras veces, porque no era la primera vez que la escuchaba. Mas sí era la primera vez que la escuchaba tan lejos. Por supuesto, todas las "situaciones simultáneas" que mencioné antes vinieron a mi mente.

Para mi cumpleaños, recibí uno de los mejores regalos. Un libro que en verdad quería tener en mi poder: "Las intermitencias de la muerte", de Saramago. Con el libro, vinieron otras cosas que, por el contrario, no eran de mi agrado: llamadas inoportunas, visitas sin aviso previo y un sueño difícil de explicar.

Las llamadas, cinco, eran de vendedores. Vendedores de servicios fúnebres. De esas empresas, o cementerios privados como les llaman otros, que te quieren convencer de que es mejor un gasto ahora (y tener seguridad de que sí tendrás adonde caerte muerto), que dejarle gastos a la familia en el futuro. A lo mejor tengan razón. Luego de vivir la experiencia de dos muertes separadas tan sólo por nueve días, no es muy difícil suponer el lío en el que se quedan "los vivos". En fin.

Las dos visitas a domicilio, también inoportunas, eran para presentar las mismas "ofertas" que, hace unas semanas, me habían hecho por teléfono. No las escuché. A la primera le aseguré que no tenía tiempo. A la segunda, pues...no era mi intención ser descortés, pero mi perro me hizo serlo. Y, a decir verdad, se lo agradezco.

Durante esa misma semana tuve un sueño. Soñé con los que ya no están, físicamente, presentes en el círculo familiar. Al menos con la mayoría de ellos. No tuve miedo. De hecho, al día siguiente me levanté como cualquier otro día y no hice comentario alguno con ningún miembro de mi familia. Sin embargo, el canto de la Aurora me puso a pensar...

¿Será esta cadena de actos pura coincidencia?, ¿seré yo la que imagina cosas, teniendo en cuenta la manía de relacionar cada "cosa" con la que me topo?, ¿qué hace falta en esta secuencia?, ¿habrá llegado a su fin? Pues no lo sé. Y supongo que nadie me lo podría explicar. Al menos no de una manera que me convenza.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Sola... ¿sola?

Hay cosas que pasan, sin más. Sin aviso alguno...

Estaba sentada frente a la computadora cuando, como cualquier cosa, sin más, se me ocurrió buscar palabras en el diccionario. ¿Raro? Lo sé. Bueno, pues me puse a buscar palabras y, como bien dicen, buscando se encuentra.

Ahí estaba la palabra. Una que ni siquiera era la que buscaba. ¿Su significado? "Que no tiene quien le ampare, socorra o consuele en sus necesidades o aflicciones". Una sensación, que nunca antes había sentido con tal fuerza, me invadió. Dude un instante, pero la segregación de las gotas de la glándula lagrimal se encargaron de distraerme y concentrarme en no humedecer el escritorio y, por tanto, desviar mi atención sobre lo que realmente significaba esa palabra para mí.

Es lunes y, justo hoy, cumplía una semana de turbulencias emocionales. ¿Las razones? Pues muchas. Sin darme cuenta, estuve reteniendo sentimientos y reacciones normales (normales cuando se viven cosas similares a las que he vivido durante toda una semana) y estaba dispuesta a desahogar mis penas con quien tuviera la bondad de escucharlas. O leerlas. Pero para eso están los amigos. Aunque no siempre en la disposición en la que uno espera encontrarlos.

Así es. No había sido la palabra, o más bien su significado, el que me había hecho sentir así. Habían sido sus palabras. Su indiferencia. Puede ser que esa no sea la palabra, ya que ni siquiera había comentado con él todo lo que había estado sintiendo durante la semana. En fin, sus palabras, en definitiva no relacionadas a un interés de conocer mi estado de ánimo, me habían hecho sucumbir en la lástima. Sí, lo acepto. Sentí lástima. Me tuve lástima. Por primera vez sentía la seguridad de utilizar la palabra soledad en su máxima expresión.

No le dije nada. Simplemente retuve las ganas de delatarme y expresar todo aquello que me había guardado durante una semana completa. Él, por el contrario, seguía con su plática de la división y de los intereses intelectuales que siempre, o casi siempre, son tomados con mayor importancia que cualquier cosa. No me molestó. A mí me ha pasado, lo he sentido y he actuado de la misma manera en la que él lo hacía conmigo en ese instante. Observaba las letras en la pantalla de mi computadora. Las frases, las explicaciones y las sugerencias. Todo. Era mucho y, a la vez, nada.

Acepté todo lo que decía. No por compromiso. Más bien por dignidad y por razón. Porque en verdad, tanto él por lo que dijo, como yo por lo que callé, teníamos una razón válida. Sin embargo, mi ánimo no estaba en sus mejores condiciones y el significado de la palabra "sola" nunca antes había tenido tanto sentido como en ese momento.

No puedo afirmar que eso era lo que estaba sintiendo. Pero había algo que rondaba mis pensamientos. Sin duda alguna, hay cosas que pasan, sin más. Sin aviso alguno... y, desafortunadamente, no siempre encontramos a la mejor compañía para esos momentos.

lunes, 18 de agosto de 2008

Cosas que pasan...

- Buenas tardes, hablo para saber detalles sobre la casa que tienen en venta.

- ¿La casa? No, usted se ha confundido. Lo que vendemos es el solar.

- ¿El solar?

- Sí, el solar. La casa no está en venta. Es sólo el patio. El solar, como le dije antes.

- Disculme mi atrevimiento pero, ¿para qué querría alguien sólo el solar si ni sisquiera puede estar cerca para cuidarlo? ¿Usted se encargaría de cuidar el terreno o permiten que se instale otra persona para que pueda cuidarlo?

- No. No se puede ubicar alguien más en ese terreno. Es decir, es muy pequeño para construir un cuartito o algo así. Sólo vendemos el solar y para lo que quieran utilizarlo no es cosa nuestra.

- ¡Pero está al lado de su casa! Es más, ¡forma parte de su casa!

- Sí, pero no lo necesitamos. Es un espacio que tenemos de más y por eso lo vendemos.

- Bueno, pero sí se puede derribar el muro que da al pasaje. Para ampliar el espacio, digo.

- No. Es sólo el espacio que ya tiene y no se puede construir.

- Bueno, pues disculpe que le haya quitado parate de su tiempo. Si algún día piensa en vender la casa, estoy dispuesta a comprarla.

- No se preocupe por el tiempo. Ni por esperar la llamada, porque no estamos interesados en vender la propiedad.

- Está bien. Que pase un buen día.

- Igual.

Pues como te digo, María, sólo venden el solar. ¿Qué para qué te puede servir sólo el solar que, además, no te van a dejar cuidar de cerca? Pues ni idea, pero eso fue lo que me dijo. ¿Gallinas? Ja! ¿Cómo se te ocurre que ese lugar puede servir para criar gallinas? No las podrías cuidar de cerca. Necesitarías una casa cerca de esa, para poder estar pendiente de los animales. ¡Qué ocurrencias! Pues sí, tenés razón. A lo mejor en eso está pensando la gente que vende el terreno, ya que no podés modificarlo a tu antojo. Bueno, no queda más que buscar otras alternativas. Hablamos luego y olvidate de las gallinas. Suficiente con todos los animales "domesticados" que ya tenemos.

miércoles, 6 de agosto de 2008

"Recibimos lo que damos"... ¡Ya lo creo!

¡Maldita burocracia!, pensé mientras salia de la Alcaldía municipal, de un municipio en el que ni siquiera vivo, aquella mañana.

Había pasado toda la mañana trantando de efectuar un trámite que, según me informaron dentro de las instalaciones de la misma Alcaldía, no tardaría más de una hora. Sin embargo, no me especificaron si una hora para iniciar el trámite, o para concretarlo. Imagino que era lo primero, por todo lo que tuve que pasar.

-Necesita la partida de nacimiento de la señora, me dijo el "responsable" de realizar el trámite por el que me levanté dos horan antes de lo normal esa mañana.

-Bueno, le dije, pues entonces sáquela y así terminamos con el ingreso de la documentación.

-Pero esta partida la debe sacar en otra alcaldía.

-¿Por qué había de hacerlo, si la señora fue asentada en este?

-Ah, bueno. Tiene razón. Ya la voy a buscar, me dijo con un ánimo que delataba su disgusto.

Pasaron unos 20 minutos. Me entontraba muy entretenida viendo a una niña que lloraba para tratar de sensibilizar a su madre y que esta le comprara un algodón de azúcar. En esas estaba, y ya con un antojo que estaba a punto de apagar, sacándome las monedas del pantalón, cuando se me acerca "el responsable".

-No la encontramos. ¿Sabe usted el nombre de los padres?

-La verdad no. Creo que el papá se llamaba Buenaventura, pero no estoy segura.

-Pues es que la partida es de 1912. ¿Segura que no sabe el nombre de los dos papás?

-Pues no. No era muy cercana con la señora. Y no recuerdo que alguna vez me hayan contado una historia, con nombres exactos y todo, de algo, o alguien, que nació varios años antes que yo.

-Bueno, pues ya veré cómo la saco.

Me senté en el mismo lugar en el que ya llevaba una hora y media. El niño de los algodones ya no estaba y mis ganas, tampoco.

Luego de unos quince minutos, el tipo regresó. Me informó que ya había encontrado la partida y que el proceso podría llevarse a cabo.

-Muy bien, le dije. ¿A qué ventanilla me dirijo?

-No, debe esperar una hora para poder entregarle la partida.

-¿Que no dice que ya encontró el documento?

-Sí, pero debe esperar.

-¿Pero por qué si ya tiene la partida en sus manos?

-Porque ese es el tiempo que debe esperar. Además, la partida es de ¡1912! ¡Imagínese! Tiene que esperar.

No podía creerlo. No sé qué reflejó mi rostro y mi mirada en ese momento. Su respuesta me parecía la más estúpida que había escuchado en toda mi vida. Lo miré, agarré el folder en el que llevaba los otros documentos y me fui.

-Pues regreso mañana, le dije dándole la espalda.

Balbuceó algo que ya no logré escuchar con claridad. ¡Mejor!, pensé temiendo escuchar dos estupideces en una misma mañana y de una misma persona.

Regresé al día siguiente. El "responsable" no estaba. Me atendión una señorita. Y, como me lo habían prometido el primer día, el trámite no tardó ni una hora. Salí de la Alcaldía y me dirigí, con paso apresurado por los minutos de retraso que llevaba, al banco.

Era demasiado tarde. La fila ya salía de las instalaciones de este. Pregunté si mi trámite debía esperar tanto y, para sorpresa mía y de mi suerte, me hicieron pasar a una ventanilla donde sólo esperaban tres personas. Me senté. Desde allí, podía observar el final de la fila que, en un principio, me había asustado.

Allí estaba. Con su camisa blanca, sus pantalones que lagún día fueron negros y con un folder bajo su brazo. Observé cómo se le acercó al vigilante para, seguramente, hacerle la misma pregunta que me había salvado, minutos antes, de la larga espera. Él no tuvo la misma suerte. Se ubicó al final de la fila.

Habían pasado unos 20 minutos cuando me llamaron en la ventanilla. Pasé, realicé mi trámite y salí del banco. Él estaba allí. Me miró, bajó la cabeza.

-Buenos días, le dije.

-Buenas, me dijo con un tono que delataba su incomodidad al verse despojado de su papel de "reponsable".

Me quedé un momento revisando los papeles que me habían entregado. En eso estaba, cuando el vigilante le comunicó a toda la parte de la fila, que salía de las instalaciones del banco, que cerrarían por fallas en el sistema y que sólo se realizarían operaciones pequeñas.

El "responsable" se acercó y le dijo que su transacción era corta y, generalmente, no necesitaba de un gran proceso dentro del sistema. El vigilante ingresó al banco. Luego, como unos 5 minutos después, salió con la noticia de que debía esperar un momento. Que sí le podían realizar la operación, siempre y cuando él llevase un documento indispensable en las operaciones sin sistema.

-No lo traje conmigo, dijo casi murmurando.

-Bueno, pues entonces regrese luego o vaya a traer el documento.

-¡Pero ese documento no es indispensable!, reclamó.

-Sí, tiene razón. Pero es la política del banco. Sobre todo cuando no hay sistema, le dijo.

-Pero es una operación corta y yo estoy seguro de que ese documento no es necesario.

-Bueno, pues entonces regrese luego.

Empecé a caminar hacia la salida del centro comercial. Llegué a la parada de buses y, junto a mí, minutos después, se paró "el responsable".

-¡Es increíble!, me dijo. ¡Con la gente de los bancos no se puede!

En ese momento mi bus se acercaba y ya abría la puerta para que los pasajeros comenzáramos a subir. Saqué la moneda de la bolsa de mi pantalón y puse mi mirada en los ojos del "responsable". Le sonreí y con una sensación de satisfacción, que pocas veces había sido tan intensa, le dije:

-Ni con la de las Alcaldías.

Me subí al bus y me senté justo al lado de la ventana. Él seguía allí. Me observaba con una mirada un tanto desconcertada. Le correspondí la mirada durante unos segundos. Le sonreí y fijé mi vista en una niña que pedía a gritos, literalmente, pasar por la máquina. El bus se alejaba cada vez más de la parada, pero mi sonrisa y ese sabor de victoria en mi boca seguían conmigo.

A todos nos corresponde estar "del otro lado" en algún momento, pensé.

miércoles, 2 de julio de 2008

Poder, integración y democracia: más allá de nuestra frontera

Si bien la famosa “integración centroamericana” conforma procesos complejos sobre movimientos sociales, que pretenden favorecen a la región, no es una acción que “favorezca” a la población centroamericana en general.

Así como el poder está pensado para “las minorías” y (o) grandes empresarios, la democracia no representa simpatía o credibilidad para “las mayorías”. Es decir, a medida el poder esté en manos de los “elegidos”, continuaremos siendo socialmente desiguales. En este caso, el Estado es quien juega el papel más importante. Sin embargo, en El Salvador, según Godofredo Aguillón de la Universidad Nacional de El Salvador, el Estado es un instrumento “que responde a unos intereses específicos”. Por lo que el poder, enfatiza, no está en función de mejorar la democracia y de generar un espacio donde se produzca gobernabilidad.

Por otro lado, Mario Rodríguez, de la Universidad San Carlos de Guatemala, establece una relación con la distribución del poder o de las decisiones que influyen en la población. Al hacer referencia a las implicaciones políticas del modelo económico en Centro América, comenta algunas ventajas, como la apertura de espacios económicos a nivel centroamericano, entendimiento político con Estados Unidos y generar posibilidades para políticas sociales comunes. Pero el Modelo de Integración Centroamericana también muestra algunas desventajas. Es decir, la falta de instituciones fortalecidas, la falta de identificación política y que la agenda económica sea motivada e impulsada por el sector empresarial, representa una respuesta desequilibrada para la población.

El poder, tanto en la democracia como en procesos como el proyecto de Integración centroamericana, no es visto como algo “nuestro”. Esto es porque El Salvador, como otros países de Centro América, tiene intereses políticos y económicos con países como Estados Unidos, que no pertenecen a la región. La identidad es uno de los parámetros más representativos en la “compenetración” de los países de América Central que, irónicamente, refleja la cercanía cultural con países europeos o norteamericanos. El poder en “manos de unos pocos” no sólo aleja el margen de integración; además, aleja la posibilidad o la idea central de la democracia y de la igualdad social.


domingo, 1 de junio de 2008

¡¡¡Tsunami!!!



Así es. Lo vi venir. El tsunami más grande que he soñado estaba justo frente a mí. Parece gracioso, extraño y hasta ridículo, pero soñar con tsunamis es una de las tantas cosas "raras" que me suceden. Sin embargo, voy a desahogarme hablando sólo de "esta cosa rara", que ya no me parece TAN rara.

Hace algunos años empecé a soñar con tsunamis, sin las maravillosas playas, claro. Pero bueno, la cuestión es que creía, fielmente, que era la única o una de las pocas personas que tiene este tipo de sueños. Busqué información en internet (por medio de google, claro) y encontré datos y a muchísimas personas que también "padecen" lo mismo. ¿La explicación? Pues bien, según los analistas, tiene que ver mucho con tu interior, con tus sentimiento o estado de ánimo. ¿Que si me preocupé? La verdad no, pues en esta sociedad, y con tal ritmo de vida, no me sorprendió el hecho de que haya muchas personas que también tiene esos sueños. Sin embargo, sí me preocupé por lo que le espera a las nuevas generaciones.

Actualmente, el muy popular "estrés" ya no es exclusivamente para las personas que trabajan, que en teoría serían personas ya adultas. Ahora, la juventud vive más estresada que las personas que ya han recorrido mucho camino. ¿La razón? Pues creo que las exigencias son cada vez mayores para todos en general. Como quien dice: "A camarón que se duerme, se lo lleva la corriente".

Al iniciar el ciclo, en la materia de Comunicación y Organización, hablamos justamente de las exigencias actuales. En ese momento me parecieron muy importantes y llamativas. La verdad, aún sin darnos cuenta, estamos siendo "atrapados" por todas las circunstancias que limitan, actualmente, a las personas dentro de una sociedad. Pero además de parecerme importante, me pareció frustrante. Es decir, ¿qué le espera a las nuevas generaciones si, actualmente, las exigencias en el terreno laboral son tan grandes? Pues bien, pensando mejor las cosas, llegué a la conclusión de que no debo preocuparme tanto por las "futuras exigencias" y de sus posibles implicados.

Es decir, si las mismas exigencias nos sumergen, sin notarlo, pues asumo que para las nuevas generaciones será igual. Y hasta mejor, de hecho. ¿Cómo? Pues creo que los jóvenes son cada vez más exigentes con ellos mismos. A pesar de que a simple vista parezcan menos comprometidos, creo que están siendo preparados para todas las circunstancias que les esperan en un futuro no muy lejano. Y es que las tecnologías, el estrés social y la situaciones familiares y personales a las que se enfrentan día a día, fortalecen las habilidades y el carácter de las personas, características clave para el buen desempeño laboral (y personal).

Pero, además, creo que estas mismas circunstancias son las encargadas de preparar un terreno que sea capaz de recibir, y resistir, cualquier tipo de "tsunamis". Y, así, poder encontrar las soluciones adecuadas, de una manera adecuada...

Sigo soñando con tsunamis. No con tanta frecuencia como antes, pero sigo teniendo los mismos sueños. Sin embargo, ahora no relaciono la palabra "tsunami" sólo con mis sueños. Más bien, la pienso cada vez que siento que "las famosas exigencias" me acorralan. ¿Qué debo hacer? Pues nada fuera de lo debido. Enfrentar mis miedos, buscar una solución y ver cómo se repara el daño, si algo se dañó.

Es decir, ante un tsunami, no hay nada mejor que enfrentarlo y aferrarse a algo que te permita soportarlo y sobrellevarlo. Sin perder de vista, claro, los objetivos que te llevaron a recibirlo y que hay que cumplir "a toda costa" y de la mejor manera.

sábado, 24 de mayo de 2008

Publicidad o información: ¿todo un dilema?



A pesar de que nuestra cultura no se caracterice por "la pasión" de la lectura y el interés en informarse, sí podemos darnos cuenta de diversas situaciones. Por ejemplo, la publicidad en algunos periódicos nacionales.

Es toda una aventura leer (o revisar) el periódico sin distraerse, al menos por unos segundos, con los mensajes y anuncios publicitarios. Es más, me atrevería a decir que muchas personas revisan el diario por la simple razón de "buscar ofertas" o "nuevos productos" en el mercado.

Pero creo que es algo normal en nuestra sociedad. Es decir, las personas están ya tan acostumbradas a recibir mensajes de todas las maneras posibles que, en este caso los periódicos, no son la excepción.

Hace algunas semanas, por ejemplo, pasaba por Galerías y observé toda la publicidad que hay a los alrededores, fuera y dentro del centro comercial. Hay tanta que no puedo recordar al menos 10 de las marcas a las que hacían referencia. Más que persuasivo, me parecía acosador. A lo mejor de esto se trate. A lo mejor, debe haber un tipo de acoso para generar la atención en el público. No lo sé.



Pero, volviendo al tema de los periódicos, me parece que muchos han desviado su “razón de ser”. Es decir, lo importante ( a mi punto de vista) ya no es la información que se dará a conocer; sino, la mayor cantidad de mensajes publicitarios publicados. De hecho, muchas veces me parece competencia entre los mismos medios. Entre más páginas se utilicen para anuncios y mensajes, mejor.

Entiendo que los medios, como cualquier empresa, necesitan de los anunciantes. Sin embargo, me parece exagerado. Es decir, me es hasta insoportable, aunque a la ves es muy cómodo, ver sólo las páginas de la derecha, porque las de la izquierda llevan los anuncios.

A lo mejor no puedo comprenderlo (o más bien “aceptarlo”) porque ese no es mi campo, pero me ofende pensar en toda la información que ha sido “sacrificada” porque los espacios publicitarios están “reservados”. Simplemente me parece indignante.

Me pongo a imaginar, algunas veces, a un editor sentado en su escritorio, pensando cómo hacer para reducir el tamaño de una nota. O dejando un reportaje o una crónica fuera de la edición de ese día, debido al espacio que utilizaría y la "publicidad" que se podría "perjudicar" con la publicación del texto.

Pero, entonces, ¿qué tan importante es un mensaje publicitario ante un hecho noticioso?¿Qué vale más, hoy en día, para los medios de comunicación?

Por otro lado, y dado un giro abrupto, ¡qué buen uso de recursos! No hay mejor manera de llegar a las personas, que mediante los objetos o “instrumentos” que se utilizan en la vida cotidiana. Sin duda alguna, no hay manera de que todos esos mensajes pasen desapercibidos. Y, por su puesto, acatados en la mayoría de los casos.

martes, 20 de mayo de 2008

Las maquilas y su (ya perdido) lado humano

En El Salvador, como en muchos países de América Latina, las maquilas son una fuente laboral significativa en determinados grupos sociales. Sin embargo, este tipo de trabajo es uno de los más sacrificados y con mayores riesgos laborales.

Durante la clase de la semana anterior, en Comunicación y Organización, obtuvimos información sobre una teoría llamada "Z". En esta, una de las principales características es, justamente, el lado humano de las cosas. Es decir, la "posible realidad" de la relación, inseparable, de lo personal y lo laboral, en busca de mejores resultados para la empresa.

Es extraño plantearse esta teoría, tomando como referencia a las maquilas, ya que a pesar de ser empresas que buscan, a toda costa, lograr sus objetivos,no son capaces de plantear ese "lado humano" requerido. Sin duda, los jefes o dueños de dichas empresas haces "todo lo que está a su alcance" para obtener mejores resultado. Pero, sin duda laguna, los derechos laborales (y humanos) de los empleados no están contemplados en esos "objetivos productivos".

Debido a muchos casos conocidos en nuestro país, como el de la maquila Hermosa Manufacturing, por ejemplo, no es difícil imaginar todo el tipo de atropeyos que reciben los (desafortunados) empleados. Sin embargo, no podemos hacer mucho para cambiarlo. Pero, conociendo las necesidades de las personas, como seres humanos y laboradores, sí se puede generar una conciencia que permita un mejor trato hacia las personas, sin dejar de lado los objetivos de productividad, por los que tanto se esmeran las empresas e instituciones en cumplir.

Lea además: "A prisión dueño de maquila hermosa manufacturing"
"Las maquilas, un ejemplo de la Globalización"

sábado, 3 de mayo de 2008

De cultura y burocracia...



Para muchos el término burocracia significa "falta de eficiencia". Y es que en más de una ocasión nos hemos encontrado en situaciones en las que "los procesos", en lugar de resolver, complican.

La mayoría nos quejamos de este tipo de reglas o normas y las situaciones en las que nos ubican, generalmente en trámites con empresas o instituciones. Sin embargo, creo que todo proceso tiene un porqué.

Veamos. En El Salvador sería un completo caos no contar con reglamentos y “burócratas” que se encarguen de hacerlos cumplir, “al pie de la letra y en el orden determinado”, en algunos de los procesos de los que tanto nos quejamos. Por ejemplo, todos detestamos la filas, en especial las de los bancos. ¡Las odiamos! Pero qué pasaría si no tuviéramos que hacerlas. Pues bien, he aquí una razón de las gestiones para determinados procesos.

Sólo puedo imaginarme al típico salvadoreño llegando al banco, para pagar un recibo que vence ese mismo día y que podría ser multado con unos 5 dólares más. Si las filas no fueran necesarias para llevar a cabo el proceso, seguro que unos 10 minutos antes del cierre, unos 15 ciudadanos estarían llegando al mismo tiempo, para cumplir con el pago “a tiempo” de sus recibos. Entonces, ya pueden visualizar el problemón que se armaría con sólo tres cajas disponibles. La lucha por el más grande, el más rápido y el más “buzo” sería un espectáculo sin igual. Y, claro, todo mundo empezaría a criticar el “mal proceso” de la empresa para “resolver” la situación.

Nuestra cultura es así. Estamos acostumbrados a que nos lleven de la mano, y paso a paso, por el camino que nos corresponde o más nos convenga. Los procesos son importantes, pues, para un adecuado manejo de los recursos con los que contamos.

Sin embargo, si de burocracia se trata, nunca falta el típico burócrata que también es odiado por muchos. Pero, y a pesar de tener una razón de ser, puede llegar a perjudicar la productividad de algunas empresas. No sólo el burócrata, claro, los procesos establecidos también.

Muchas veces los procesos no debería llevar mucho tiempo en ser realizados, pero hay personas que se afanan por alargarlos. Es decir, aunque una gestión deba cumplir con determinado tiempo, algunos empleado no le toman importancia al cumplimiento de este. Esto puede hacer que la productividad de una empresa o institución disminuya, provocando una reacción poco favorable.

Es importante destacar que la burocracia tiene sus ventajas y desventajas, como muchas cosas en la vida. Pero también es importante destacar que requiere de una responsabilidad mutua. Es decir, tanto del que la proporciona, como del que la recibe.

No sabemos si algún día nos corresponderá estar “del otro lado del escritorio”.

sábado, 19 de abril de 2008

De valores compartidos...

El pasado 16 de abril, el catedrático de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Mario Rodríguez, brindó una charla a los estudiantes de la UCA, donde compartió sus conocimientos sobre economía y globalización. Entre otras cosas, mencionó una "homogeneización de valores".

Esta generalización de valores es producto de la internacionalización que caracteriza a la globalización. Además, claro, de la fuerte identificación con la economía, la política, lo social y lo cultural.

Hoy en día, la globalización ha generado ciertos comportamientos, actitudes y "formas de vida" en diversas sociedades. Esto se debe a que, con la globalización, los límites fronterizos y culturales están casi invisibles. Es común, por ejemplo, ver a salvadoreños identificarse con parte de la cultura europea o norteamericana.

Es interesante, y preocupante a la vez, que no seamos capaces de definir y defender nuestra identidad. Pero no una identidad "creada" por las corrientes que hoy en día no nos dejan seguir con normalidad, o tranquilidad, nuestro curso. Más bien una identidad de la que somos parte con el simple hecho de ser salvadoreños.

La moda y las marcas "reconocidas" juegan un papel importante, e influyente, en la creación de la identidad. Este aspecto es mucho más identificable en los jóvenes, que claro, son los más expuestos a los modelos que impone la globalización.



Es impresionante, por ejemplo, que muchas personas se sientan "sin identidad" si no forman parte de determinado grupo social o si no utilizan determinadas marcas.

Es esta, pues, una de las influencias que la globalización ha impuesto en nuestra cultura. Creo que la idea de crear una propia identidad se convierte, cada vez más, en una lucha donde sólo se podría triunfar, ya que lo "perdible" parece estarlo desde hace algún tiempo.

domingo, 13 de abril de 2008

Muy... ¿salvadoreños?



"Los salvadoreños no somos rencorosos", decía un muy buen amigo mío. Sin embargo, nunca me había puesto a pensar que su frase podría tener un significado en la sociedad actual.

Como "buenos" salvadoreños conocemos nuestra cultura. Pero no la aceptamos. Cuando digo que no la aceptamos me refiero a que tenemos tanta influencia exterior, que no somos capaces de apreciar los recursos con los que contamos. Y acabamos, por lógica, despreciando producciones hechas en nuestra tierra y por nuestra gente.

Hace algunas semanas, durante mi clase de Comunicación y Organización, realizamos un ejercicio. Tratamos de recrear "anuncios" o publicidad corta sobre algunas de las marcas que representaran éxito o esa imagen actual de las exigencias de la sociedad. Fue curiosos que la mayoría, la gran mayoría, tomó marcas reconocidas, comerciales y extranjeras para realizar el ejercicio. En ese momento me pareció normal. Claro, en El Salvador no hay una empresa que se considere "ideal", tomando en cuenta estas exigencias de las que tanto hablo.

Por otro lado, es curioso ver a la población morderse los labios y hasta maldecir cuando vemos a los mexicanos disfrutando y vanagloriándose de todas y cada una de sus acciones. Nos molesta. ¡Claro que nos molesta! Sin embargo, "no somos rencorosos". Y es que ante tal aceptación cultural o de un parámetro de "lo ideal", somos casi incapaces de contradecir situaciones que acontecen en países que, en definitiva, se relacionan (o influyen fuertemente)con nuestra cultura.

Es interesante, por ejemplo, observar y saber que los jóvenes no nos vestiríamos como nuestras panchitas o izalqueños para ir a un bar a divertirnos. Sin embargo, claro que nos vestiríamos como las actrices y actores que no nos cansamos de ver en las telenovelas mexicanas. Aceptamos identidades y formas de vida extranjeras, pero le quitamos mérito a la nuestra. Sobre todo, la más importante: la histórica. La que nos representa y por la que somos lo que somos.

Pero bueno, tampoco puedo hacerme la "indignada" y decir que cómo es posible que eso ocurra en nuestro país. Y es que como esas actitudes son algo tan normal, ni siquiera somos capaces de identificarlas a simple vista. Sin embargo, esto me trae algo a la mente:

En la última realización del censo nacional, la población indígena manifestó su enojo por la pretensión del Gobierno de no contar a ese porcentaje de población de una manera específica. Es decir, la manera de "obviar" el porcentaje real y el reconocimiento que merece la población indígena en EL Salvador. Me pareció lógico el nivel de indignación de estas personas. Es decir, no podemos fingir que no tuvimos una historia y que, además, incluyó a los indígenas.

Muchas personas consideraron esa manifestación y desconformidad de la comunidad indígena como algo "exagerado" Y, justamente eso, fue lo que más me molestó. Me parecía inaudito que fueran pocos los que se sintieron identificados con esas quejas. Y que, además, fingían desconocer parte de la historia de El Salvador que, en definitiva, incluyó a esta parte de la población que, ahora, no es tomada en cuenta como debería.

Sin embargo, así como duraron las noticias sobre la molestia de los indígenas, duró mi interés y mi enojo. Me sigue pareciendo indignante, claro. Pero, y lo acepto, no es algo que en verdad pueda describir con la frase "me preocupa mucho".

Sin embargo, creo que ese porcentaje de personas son importantes para los salvadoreños. No podemos borrar años de historia y pretender cambiarlos por los nuevos modelos de vida. Debemos sentirnos orgullosos de nuestras raíces. Sobre todo, saber que sí tenemos "raíces" y que merecen nuestra admiración. No es necesario vestirse como nuestros antepasados para saber de dónde venimos y tener claridad sobre a dónde vamos.

Creo que de este modo, podremos decir que nos sentimos "muy salvadoreños", en lugar de "nada rencorosos". Para que el "nada rencorosos" no se convierta en un intento de olvido y el "muy salvadoreños" sea fortalecido y tomado en cuenta, como debe ser, de generación en generación.

sábado, 5 de abril de 2008

Las exigencias de una "nueva era"



Actualmente nadie se detiene a pensar en qué ocupará su vida en el futuro. Un futuro muy cercano, dicho sea de paso. Y es que nuestra sociedad no es de las que organiza o planifica cada acción que realice, con el fin de llegar "con éxito" a determinadas metas.

Muchas personas simplemente prefieren obviar esa "regla" que nos hace pensar en el futuro y en lo que este conlleva. Pero si algunas de estas personas conocieran las exigencias que, hoy en día, se necesitan para poder "ser parte" de la sociedad actual, seguro se preocuparían y tendrían mucho en qué pensar.

Deberíamos pensar, por ejemplo, en las posibilidades con las que contamos, siendo parte de un país que no es precisamente conocido "por todo el mundo". Además, pensar en las posibilidades que tenemos para conseguir nuestros objetivos de la mejor manera y de la forma "ideal". Es decir, no sólo lograr los objetivos, sino, logralos de la manera en que los hemos planificado... ¡y más!

Las nuevas exigencias a las que nos somete la sociedad, han creado una desigualdad mucho más tangible. Podemos darnos cuenta, de la manera más sencilla posible, que las personas "no somos iguales". es decir, hay personas con exito, personas que pretenden ser exitosas y personas que, simplemente, no lo son.

No es que "los exitosos" hayan creado esta división. Creo que lo que en verdad sucede es que los "no exitosos" y los "pretenciosos" han creado el termino o el concepto de éxito.

Es decir, no es que los "exitosos" se hayan proclamado así mismos o que, además, se den color en la sociedad. Sucede, pues, que la misma sociedad ha hecho visible estas divisiones. Divisiones que, a lo mejor, no hubieran sido tan determinantes para nuestro desarrollo profesional.

Actualmente, las distintas organizaciones o empresas son más exigentes con la selección del personal que integrarán a sus equipos. ¿el perfil? Pues bien, uno de los "requisitos" es ser una persona que sepa manejar el estrés. Ese estrés al que nos somete el ritmo de vida actual. Pero, ¿cómo manejar el ritmo de vida de la sociedad? Pues ese es muy su problema. No importa de qué manera lo debe conseguir, pero si no lo logra, es muy probable que no pueda "colarse" a una organización en la que usted visualizó el éxito. Es decir, o lo hace, o lo hace.

Si ser "exitoso" es uno de sus ideales, es momento de pensar cómo lograr manejar y controlar las exigencias de las empresas y de la sociedad en general. No se trata de ser o imitar a una máquina, pero entre más parecido, mejor.