sábado, 19 de abril de 2008
De valores compartidos...
Esta generalización de valores es producto de la internacionalización que caracteriza a la globalización. Además, claro, de la fuerte identificación con la economía, la política, lo social y lo cultural.
Hoy en día, la globalización ha generado ciertos comportamientos, actitudes y "formas de vida" en diversas sociedades. Esto se debe a que, con la globalización, los límites fronterizos y culturales están casi invisibles. Es común, por ejemplo, ver a salvadoreños identificarse con parte de la cultura europea o norteamericana.
Es interesante, y preocupante a la vez, que no seamos capaces de definir y defender nuestra identidad. Pero no una identidad "creada" por las corrientes que hoy en día no nos dejan seguir con normalidad, o tranquilidad, nuestro curso. Más bien una identidad de la que somos parte con el simple hecho de ser salvadoreños.
La moda y las marcas "reconocidas" juegan un papel importante, e influyente, en la creación de la identidad. Este aspecto es mucho más identificable en los jóvenes, que claro, son los más expuestos a los modelos que impone la globalización.
Es impresionante, por ejemplo, que muchas personas se sientan "sin identidad" si no forman parte de determinado grupo social o si no utilizan determinadas marcas.
Es esta, pues, una de las influencias que la globalización ha impuesto en nuestra cultura. Creo que la idea de crear una propia identidad se convierte, cada vez más, en una lucha donde sólo se podría triunfar, ya que lo "perdible" parece estarlo desde hace algún tiempo.
domingo, 13 de abril de 2008
Muy... ¿salvadoreños?
"Los salvadoreños no somos rencorosos", decía un muy buen amigo mío. Sin embargo, nunca me había puesto a pensar que su frase podría tener un significado en la sociedad actual.
Como "buenos" salvadoreños conocemos nuestra cultura. Pero no la aceptamos. Cuando digo que no la aceptamos me refiero a que tenemos tanta influencia exterior, que no somos capaces de apreciar los recursos con los que contamos. Y acabamos, por lógica, despreciando producciones hechas en nuestra tierra y por nuestra gente.
Hace algunas semanas, durante mi clase de Comunicación y Organización, realizamos un ejercicio. Tratamos de recrear "anuncios" o publicidad corta sobre algunas de las marcas que representaran éxito o esa imagen actual de las exigencias de la sociedad. Fue curiosos que la mayoría, la gran mayoría, tomó marcas reconocidas, comerciales y extranjeras para realizar el ejercicio. En ese momento me pareció normal. Claro, en El Salvador no hay una empresa que se considere "ideal", tomando en cuenta estas exigencias de las que tanto hablo.
Por otro lado, es curioso ver a la población morderse los labios y hasta maldecir cuando vemos a los mexicanos disfrutando y vanagloriándose de todas y cada una de sus acciones. Nos molesta. ¡Claro que nos molesta! Sin embargo, "no somos rencorosos". Y es que ante tal aceptación cultural o de un parámetro de "lo ideal", somos casi incapaces de contradecir situaciones que acontecen en países que, en definitiva, se relacionan (o influyen fuertemente)con nuestra cultura.
Es interesante, por ejemplo, observar y saber que los jóvenes no nos vestiríamos como nuestras panchitas o izalqueños para ir a un bar a divertirnos. Sin embargo, claro que nos vestiríamos como las actrices y actores que no nos cansamos de ver en las telenovelas mexicanas. Aceptamos identidades y formas de vida extranjeras, pero le quitamos mérito a la nuestra. Sobre todo, la más importante: la histórica. La que nos representa y por la que somos lo que somos.
Pero bueno, tampoco puedo hacerme la "indignada" y decir que cómo es posible que eso ocurra en nuestro país. Y es que como esas actitudes son algo tan normal, ni siquiera somos capaces de identificarlas a simple vista. Sin embargo, esto me trae algo a la mente:
En la última realización del censo nacional, la población indígena manifestó su enojo por la pretensión del Gobierno de no contar a ese porcentaje de población de una manera específica. Es decir, la manera de "obviar" el porcentaje real y el reconocimiento que merece la población indígena en EL Salvador. Me pareció lógico el nivel de indignación de estas personas. Es decir, no podemos fingir que no tuvimos una historia y que, además, incluyó a los indígenas.
Muchas personas consideraron esa manifestación y desconformidad de la comunidad indígena como algo "exagerado" Y, justamente eso, fue lo que más me molestó. Me parecía inaudito que fueran pocos los que se sintieron identificados con esas quejas. Y que, además, fingían desconocer parte de la historia de El Salvador que, en definitiva, incluyó a esta parte de la población que, ahora, no es tomada en cuenta como debería.
Sin embargo, así como duraron las noticias sobre la molestia de los indígenas, duró mi interés y mi enojo. Me sigue pareciendo indignante, claro. Pero, y lo acepto, no es algo que en verdad pueda describir con la frase "me preocupa mucho".
Sin embargo, creo que ese porcentaje de personas son importantes para los salvadoreños. No podemos borrar años de historia y pretender cambiarlos por los nuevos modelos de vida. Debemos sentirnos orgullosos de nuestras raíces. Sobre todo, saber que sí tenemos "raíces" y que merecen nuestra admiración. No es necesario vestirse como nuestros antepasados para saber de dónde venimos y tener claridad sobre a dónde vamos.
Creo que de este modo, podremos decir que nos sentimos "muy salvadoreños", en lugar de "nada rencorosos". Para que el "nada rencorosos" no se convierta en un intento de olvido y el "muy salvadoreños" sea fortalecido y tomado en cuenta, como debe ser, de generación en generación.
sábado, 5 de abril de 2008
Las exigencias de una "nueva era"
Actualmente nadie se detiene a pensar en qué ocupará su vida en el futuro. Un futuro muy cercano, dicho sea de paso. Y es que nuestra sociedad no es de las que organiza o planifica cada acción que realice, con el fin de llegar "con éxito" a determinadas metas.
Muchas personas simplemente prefieren obviar esa "regla" que nos hace pensar en el futuro y en lo que este conlleva. Pero si algunas de estas personas conocieran las exigencias que, hoy en día, se necesitan para poder "ser parte" de la sociedad actual, seguro se preocuparían y tendrían mucho en qué pensar.
Deberíamos pensar, por ejemplo, en las posibilidades con las que contamos, siendo parte de un país que no es precisamente conocido "por todo el mundo". Además, pensar en las posibilidades que tenemos para conseguir nuestros objetivos de la mejor manera y de la forma "ideal". Es decir, no sólo lograr los objetivos, sino, logralos de la manera en que los hemos planificado... ¡y más!
Las nuevas exigencias a las que nos somete la sociedad, han creado una desigualdad mucho más tangible. Podemos darnos cuenta, de la manera más sencilla posible, que las personas "no somos iguales". es decir, hay personas con exito, personas que pretenden ser exitosas y personas que, simplemente, no lo son.
No es que "los exitosos" hayan creado esta división. Creo que lo que en verdad sucede es que los "no exitosos" y los "pretenciosos" han creado el termino o el concepto de éxito.
Es decir, no es que los "exitosos" se hayan proclamado así mismos o que, además, se den color en la sociedad. Sucede, pues, que la misma sociedad ha hecho visible estas divisiones. Divisiones que, a lo mejor, no hubieran sido tan determinantes para nuestro desarrollo profesional.
Actualmente, las distintas organizaciones o empresas son más exigentes con la selección del personal que integrarán a sus equipos. ¿el perfil? Pues bien, uno de los "requisitos" es ser una persona que sepa manejar el estrés. Ese estrés al que nos somete el ritmo de vida actual. Pero, ¿cómo manejar el ritmo de vida de la sociedad? Pues ese es muy su problema. No importa de qué manera lo debe conseguir, pero si no lo logra, es muy probable que no pueda "colarse" a una organización en la que usted visualizó el éxito. Es decir, o lo hace, o lo hace.
Si ser "exitoso" es uno de sus ideales, es momento de pensar cómo lograr manejar y controlar las exigencias de las empresas y de la sociedad en general. No se trata de ser o imitar a una máquina, pero entre más parecido, mejor.